domingo, 24 de octubre de 2021

MIENTRAS LLOVÍA

Salí fuera a buscar la luz de las estrellas, quería contar los destellos en una noche mágica pero llovía, hacía viento y en el cielo encapotado y oscuro no se veía nada de nada. Entonces volví a casa para encerrarme sintiéndome sola sin saber que estaba conmigo misma. Solo escuchaba la voz angustiada de alguien que aterrada no ve más allá. Tumbada en el sofá cerré los ojos para no mirar y vi, vi el terror de una quietud que no deseaba. No se escuchaba ningún ruido, ni mensajes de whatsapp, ni notificaciones, nada. Nada se atrevía a capturar una atención que reclamaba gritar abrazada a un cojín. Entonces apareció una sensación de paz que me inundó, voces que me mecían en la oscuridad. Salté del sofá y me puse un chubasquero, agarré un paraguas y abrí la puerta. El viento me llevaba a empujones y las gotas de lluvia resbalaban sobre mi ropa, sentí que la oscuridad de la noche me invitaba a pasear. Mientras caminaba pensaba en volar, en dejar de tocar tierra y suspenderme en el aire como las hojas llevadas por el viento de un otoño grosero.
Abrí el paraguas y un fuerte golpe de viento me azotó e hizo vibrar todo mi cuerpo. Empecé a despegar del suelo sin miedo, atravesé las nubes y vi las estrellas, caminé sobre sus puntas notándolas en la planta de mis pies. Allá arriba ya no llovía, ni hacía viento, el ruido parecía no existir. Estaba sola pero plena de felicidad, había traspasado algo y no sabía cómo, no sabía cuánto duraría y tampoco cómo dejaría de estar y sentir lo que sentía. El concepto tiempo parecía haberse fundido cómo los límites de una realidad que ya no medía nada.


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