El sonido del silencio solo se escuchaba entre notas de música que ella imaginaba. Mientras, se acurrucaba en una piel que no le pertenece, que envejece y se deshace entre arrugas de oruga.
Pasa de arrastrarse a resbalar. Pasa de ondularse a fijarse en una línea recta que perfecta dibuja una huella de sombras, que desaparece entre las piezas de un puzle que perdido parece negarse a buscarse. Entre una y otra pieza empieza una camino sin retorno, que sin horno se cuece despacio.
Indagando una salida que se riza cómo un bucle infinito y si sale que no lo cree, no sabrá a dónde ir. Porque la salida es un dibujo con embrujo que solo miente y engaña. Entonces, se envalentona y gira entre los cuatro puntos cardinales que se pitorrean de un destino que pinta de memoria sin saber si rota, circula o retorna. Mientras tiembla de incertidumbre.
Se alumbra en una lumbre de llamas airosas que chispean y le queman una piel que no le pertenece.
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