Después de tanto suplicar un cambio...
De tanta disciplina, miro hacia arriba y no veo nada, hacia el suelo y no veo nada, alrededor solo ruidos, pero miro hacia dentro y algo me fuerza a caminar. Es una pendiente, una elevación hacia un punto de luz. Cuanto más me acerco más se aleja, cuánto más lo veo más se difumina, pero lo curioso es que no me pierdo. Entre el espesor corre el aire, entre la disforma admiro la nitidez de figuras nuevas, entre el silencio aparecen voces que me arropan y abrigan. El aire acaricia fresco y cálido. No siento nada, ni perdono, ni me asomo a la ventana. Aquí no hay puertas que cerrar ni abrir. No hay voces que callar ni escuchar. Solo subo la pendiente buscando o perdiéndome en una luz que persigo dentro de un espacio sin límite.
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