El Ruido del viento perturba y enajena
Tiemblan los cristales, los pájaros se dan contra las ventanas, creyendo escapar, caen inconscientes en la trampa de lo inesperado.
Escondidos y refugiados padecemos el rumiar imparable del aire en movimiento.
Buscamos escondite, pero nuestros oídos no se esconden, a pesar de cerrar los ojos. Temblamos observando como se acerca cada vez más.
Igual que los peces buscan el fondo del mar, me introduzco en el mundo interior que me protege y teje mi abrigo, ese que me da comprensión y mece mi aliento sin viento, y respiro, mirando sin ver, veo un paisaje de paz, de calma, de sosiego, de silenciosos aplausos que hacen sonreír mi alma, esa que el viento intenta azotar sin cara, pero desde dentro veo su rostro de furia inusitada.
Intenta paralizar con sus destrozos, arruinando, grabando su huella cuando se marcha, dejando el silencio del agotamiento, de la extenuación.
Aquí dentro en la cueva de la introspección, embriagada por el aroma del jazmín que atrapa y endulza, que agota la gota que cae de la comisura de unos labios que se cierran a las palabras.
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