martes, 12 de febrero de 2019

LA VIDA ENTRE SILENCIOS Y PALABRAS

¡No se puede dormir peor!, pensó ella como tantas otras que sufren el día a día del cáncer y que tienen que ir a revisión para saber cómo va todo. 
Se puso un café solo de estos que abofetean para despertar cuándo no has dormido porque la preocupación ha aturdido cualquier atisbo de sueño. Toca ducharse y arreglarse para recoger resultados, pasar por un tribunal que te va a condicionar los próximos meses. Nada más entrar mirarás al médico para intentar acertar sin palabras lo que a continuación te va a decir. El tiempo esa mañana parece no tener prisa, parece no pasar, parece que los segundos se te pegan a la piel y ni los temblores del miedo te hacen despegar las horas. 
Llegas pero no sabes como lo has hecho, quizás cogiste el coche o un taxi. Te frenas y lo piensas, sabes que has venido en coche por que tienes las llaves en la mano, las metes en el bolso.
 Esperas en la sala de espera, no cesan tus suspiros, uno detrás de otro, miras el reloj que parece congelado. Al fin cesa la música clásica de fondo que tienen puesta en la consulta y te llaman, ¡es a ti!, aunque desearías que fuera otra persona, desearías que tu vida no hubiera cambiado, desearías no estar ausente de tu presente.
 Te levantas y vas hacia el despacho del médico, intentas adivinar por sus gestos lo que te va a decir. Un saludo recíproco. Te sientas y por fin sentencia,¡ estás bien!, ¡todo correcto!, ¡todo en su sitio!. Lloras y te abrazas a sus palabras como si no hubiera un mañana. Ahora te toca vivir de nuevo y hacer de lo sencillo lo extraordinario.

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