Adela, tenía imaginación desde muy pequeña. Soñaba con dragones, volaba en ellos y viajaba por todo el mundo recorriendo los sitios más hermosos construidos por el hombre y también los caprichos de la naturaleza. Pasaron los años y se ha convertido en una preciosa mujer que dirige una empresa de publicidad muy importante. Es madre de una niña que todos los días sueña junto a ella en un vestidor donde se cuajan las más intrépidas aventuras. Todos los días se meten las dos después de merendar y hacer los deberes. Adela según el cuento lo prepara todo para que se enciendan las sensaciones de Sara, su hija. Hoy toca uno de océanos, ha perfumado el interior con una aroma de mar, en el ordenador suenan los sonidos de los animales, peces que nadan sumergidos a gran profundidad, y enciende un par de focos que dan luz azul para ambientar. Entran en el vestidor y sumergen los pies en unas cubetas de agua que les recubren los tobillos. Adela cierra los ojos no quiere perderse nada, busca la máxima concentración para seguir las palabras de su madre e imaginar todo cuánto cuenta, sin perder ni el más mínimo detalle. Se dan la mano y empieza el cuento.
Había una vez una madre y una hija como nosotras que decidieron sumergirse en el océano para indagar todo lo que allí se encontrasen, así que las dos se lanzaron y empezaron a caer en lo más profundo, juntas empezaron a nadar y observar todos los pececillos de colores, las plantas y los tonos suaves de un arcoiris que hoy luce en el océano, los colores se difuminan en ondas que se describen por el paso de los peces. Sara llora de emoción y sus lágrimas son su secreto por que su madre no las ve, pero si ve su cara de sorpresa, sus giros queriendo acariciar a todo lo que pasa. De pronto unos peces en la entrada de una gigante cueva gritan que es la hora de la recepción de la reina, deciden entrar, todo el mundo va de gala, unas peces espadas les llaman la atención, les dicen que deben de vestirse para la ocasión, y les pasan a una sala donde las engalanan de doradas, llenas de escamas brillantes, pasan a un salón circular, y aparece la reina, una pulpo con gafas que les empieza a hablar de una carrera trepidante que deben hacer para encontrar el anillo de su octavo tentáculo, ese que le regaló su abuela y que certificaba que era poseedora del trono. Adela y Sara decidieron correr la aventura, y salieron a toda velocidad para recuperar el anillo y devolver la seguridad a la reina.
Nada más salir se encontraron a Neptuno, rey del mar, llevaba enganchado en su tridente un anillo era el de la reina. Neptuno las invitó a tomar un zumo de piña, en casa de Bob Esponja. Ellas aprovecharon para decirle a Bob que Neptuno tenía el anillo de la reina pulpo. Bob que le conocía muy bien, les dijo que Neptuno dormía de 6 a 8 la siesta y que era el momento ideal para quitarle el anillo. Fue fácil quitárselo al Diós del mar, y devolvérselo a la reina. La reina las nombró invitadas de excelencia para próximos cuentos, cuándo se marchaban apareció Neptuno con su tridente siguiéndolas a toda velocidad. Adela y Sara nadaban todo lo rápido que podían y cuándo estaban a punto de ser alcanzadas, el océano se quedó a oscuras. Neptuno las perdió de vista y Sara abrió los ojos, estaba allí en el vestidor de los sentidos juntas las dos, se abrazaron fuerte. Una auténtica aventura.