martes, 7 de noviembre de 2017

El COCHE DE CABALLOS



Son las ocho y diez de la mañana, y otra vez pasa ese coche de caballos por la puerta de la urbanización, la calle es estrecha y hay una curva cerrada, pero pasa desde hace un mes todos los días y los caballos parecen conocerla de memoria, es un coche del siglo XVIII, y su cochero lleva traje de la época blanco, con esa peluca tan característica, parecen llevar prisas y siempre pasan a la misma hora. No entiendo nada, el otro día salí con una vecina y ella no lo vió, disimulé por que pensé que me estaba volviendo loca, como aquella serie que en los ochenta ponían en la tele Yo Claudio, donde El Cesar se volvió loco por que escuchaba el galopar de unos caballos, me producía mucho desconcierto pensar que me estaba ocurriendo a mi. 
Decidí ponerme en la cera, ser valiente y verlo más de cerca, esperé a que fuera la hora, y después de la curva donde se iniciaba la calle, comenzaron a aparecer los caballos, era espectacular lo sincronizados que iban al galopar, tan bellos y limpios, con la crin ondulada y con un brillo alucinante. El ruido era ensordecedor. 
- El cochero gritaba:¡¡ arre, arre, ayúdenme me han robado el alma, un grupo de bandoleros me ha robado el alma!!.
 Cuando pasó por mi lado frenó tirando de las riendas, se abrió la puerta del coche y no dude en entrar, quería saber que estaba ocurriendo. 
Dentro del coche una bella señora, no paraba de llorar gritando:
-¡¡ me han robado el cuerpo, me han robado el cuerpo, esos bandoleros me han robado el cuerpo!!.
 La señora me miró en un momento de quietud y me dijo que estaban mortificados a deambular eternamente por esa calle hasta que encontraran las partes robadas por los bandoleros. Les dije que parasen que no siguieran, que se escucharan, que observaran su interior, el cuerpo solo es un vehículo, una carcasa que se puede reparar, recuperar si la mente se lo propone, nadie puede robar tu cuerpo si tu mente es libre.
 Me senté al lado del cochero y le dije que la mente no se puede robar, que le habían hecho creer una imposibilidad, la mente está metida en una caja fuerte y el único que tiene la llave es uno mismo. 
Quizás salieron del bucle en el que estaban desde hacía años.
Me bajé del coche, se puso en marcha pero esta vez los caballos despegaron como un avión hacia arriba y desaparecieron en el cielo azul, un fuerte olor a jazmín embadurnó todo mi alrededor. 
Nunca más volví a ver aquel coche de caballos, quizás fueron unos espíritus atormentados de aquella época, o quizás estaba muy cansada y creí soñar algo que parecía real. Pero siempre que paso por la calle de mi urbanización a las ocho y diez cuándo voy a trabajar hay un fuerte olor a jazmín, que me hace recordar aquel hermoso paso del coche de caballos.


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