Hace unos días que llegamos a Ceuta desde Cantabria para ver a la abuela y el resto de la familia.
Ayer paseábamos por la calle Real, a la altura de la plaza de abastos, vi a dos niños muy muy sucios. Uno estaba sentado, el otro a dos metros de pie. Me quedé mirando al niño sentado, tenía la mano vendada y la mirada muy triste. De su ojo izquierdo resbalaba el rastro de una lágrima ya seca. Era una huella inocente en un barrizal de impotencia salvaje. Sé que morí al verlo, sé que me sentí lo peor, perdí todas mis vísceras para inundar me de impotencia. Pensé en darle dinero, pero quizás le supondría un problema están vigilados. Comprarle un helado pero al final pasé de largo arrastrando el lastre de la falta de humanidad, esa que se camufla entre la gente, entre los bares, las tiendas, el consumo y el día a día que resuelves sin esa decrepitud política y social que late en las calles.
Él es solo un niño que ha perdido la esperanza, en una lágrima que parece ser la última. Su cuerpo rendido a la tristeza. Nadie se para para cuestionarse nada¿ Dónde están los derechos humanos?.
Muchos recorren las calles con los brazos escayolados, sucios, desamparados, amenazados y quizás violados física y psicologicamente.
¿DÓNDE está la razón?¿ DÓNDE está el gobierno?, ¿ dónde la diplomacia? ¿ DÓNDE está la protección? ¿ DÓNDE ESTÁ ESPAÑA Y DÓNDE EUROPA? ¿ DÓNDE ESTÁ LA POBLACIÓN QUE CONVIVE CON ESTO? ¿ DÓNDE están los medios de comunicación?
Siento que ayer se me fue la vida mirando esa lágrima seca, sentí la frustración de nadar contracorriente y ahogarme. Sentí la impunidad de una sociedad enferma incapaz de conectarse para salvar a pobres niños que no han cumplido ni siquiera la primera década de su vida.
Días antes, nada más llegar vi a un adolescente de unos catorce años, estaba en un portal sentado. Identifiqué la derrota en su mirada y esa melancolía que lo empaña todo. Tenía el brazo roto escayolado. Muchos lo tienen, de intentar saltar a un barco donde naufragan sus anhelos
Le miré a los ojos y tuve q volver, le di diez míseros euros mientras le volvía a mirar sonriendo, quise darle esperanza y quizás solo fue un nuevo engaño, como el que sintió cuando se dio cuenta que esto no es el mundo deseado que se imaginó en sus bonitos sueños moros. Aquí morimos de hambre espiritual, agonizamos de empatia, abusamos de protocolos para economizar en sentimientos , perdemos la solidaridad en cada paso que damos.
Y aunque la población de Ceuta esté harta de tanto abandono estatal. Un niño nunca debería perder la esperanza.
Quizás ya no seamos humanos. La ambición, el poder, el placer inmediato, el consumo excesivo, vivimos cebados de hipocresia que nos ciega y nos deja discapacitados de compasión. ¡ un horror!.