Así, sin apenas respirar, con la respiración entrecortada, giraban los pensamientos, sin ton ni son.
¿DÓNDE está el norte, pregunté?
El silencio no respondió, era solo apariencia, mientras el ruido invadía una mente dispersa que
no sabía dónde estaba.
Miré por todos lados y no conseguía reconocer lo supuestamente conocido.
Me percaté del olvido, de la ausencia de recuerdos, de la novedad de las sensaciones, emociones...
La intuición murió en manos de una atroz aventura que surgía de la nada.
Entrecortada por la cintura, mientras los brazos intentaban alcanzar la luna y las piernas luchaban por avanzar.
Apareció una luz cegadora que anuló la poca visibilidad que había. Paralizada, caminé hacia atrás, buscando algo en lo que cobijarme una ventana, una puerta, una imagen, una música,
sin embargo no había nada.
Caí en el suelo, la tierra se tragó un cuerpo de nadie, mientras, sin vértigo aterrize en una dimensión muy densa,
flotando acaricié una especie de océano transparente, mimetizada y entrecortada me volví divisible en cientos, miles de cachos que se perdieron en una energía que lo envolvía todo. Me perdí para encontrar todo lo que no era capaz de reconocer entrecortada.